Jajajaja, no puedo parar de reír cada vez que me acuerdo de las cosas que me pasan con la máquina de coser (ahora que todo ha pasado, porque en ese momento me tiraba de los pelos), es lo que tiene el auto-aprendizaje, que la lías siempre, por ignorante. Para el que se lo haya perdido puede hacer clic en el siguiente enlace para conocer la Odisea Costurera primera parte.
Habitualmente somos las hijas las que llevamos a las mamás la ropita para que nos la arreglen, cojan el bajo, saquen un poco de aquí, metan un poco de allá...
Pues en mi casa es al revés, jajaja, mi mamá lo hilvana y ahí voy yo (mejor dicho, me lo trae ella) a coserlo. Aunque no creo que vuelva a suceder, porque ya se ha comprado ella una máquina para cometer los mismos errores que yo, jajaja. (Ahora me llama y me pregunta por qué le pasan ciertas cosas).
Os pongo en situación. La tarea: coser los bajos de dos pantalones vaqueros. Hasta ahí todo genial, ya venían preparaditos, con la medida oportuna y el dobladillo muy bien hecho. Meto la primera pernera en la máquina ¡ya la he liado! El hilo se enreda por todas partes y hace de todo menos coser. Media hora hasta que descubrí que no había sido necesario destensar tanto el hilo, que el pantalón no era tan gordo.
Bien. Nuevo intento. La parte de la costura, que no pasa bien, se atranca en el prensatelas y no hay manera de que pase. Medio solventado, no sé ni cómo pero al final pasó.
Y cuando parece que todo va bien... de repente la aguja dice que no baja, que no quiere entrar en el pantalón, que eso no va con ella. ¿Pero que he hecho yo para merecer esto? (que diría cualquier madre que encontrásemos en el camino, jajaja). Por mis narices que tú bajas, y la aguja ¡que no! ¡que sí! ¡que no! ¡que sí!.... Pues va a ser que no.
Resultado: fotografías del delito a continuación.
Sí, la aguja dijo que no entraba y no entró, a ver quién es el guapo que le lleva la contraria. No me preguntéis cómo pero se había doblado y decidió romperse (por pura cabezonería de quitarme a mí la razón, claro está).
Solución: cambiar por primera vez en mi vida la aguja de una máquina de coser (que daría para escribir "Odisea Costurera III" pero que me voy a ahorrar por el bien de vuestra salud mental).
Desenlace: Oye, ¡qué suave va la aguja nueva!, no se atranca ni con el hilo, ni con el grosor del pantalón, ni si quiera con la costura. Y yo más feliz que una perdiz con los pantalones en su justa medida, jejeje.
No fue la noche de los muertos vivientes, pero fue un momento terrorífico.
¡FELIZ HALLOWEEN!